Excursión a Andorra. Enero de 2015

Fotos sacadas cuando se podía y como se podía. No siempre andaba uno con tiempo o facilidad para sacar la cámara-teléfono. Se hizo lo que se pudo. 


Las seis de la mañana. Mucho sueño, pero les costó trabajo callarse. Al final conseguimos dormir algo antes de hacer la primera parada.

 

Un poco más allá de Logroño, parada, café y unos paseos para estirar las piernas.

 

Cena más o menos relajada después del ajetreo de la entrada en el hotel, reparto de habitaciones, y recogida de los equipos esquí.

 

Lunes. Subida a pistas en autobús para no tener que cargar con todo el equipo desde el hotel hasta la base del teleférico. El día se presentaba algo desapacible.

 

Empieza la distribución de los grupos para la primera clase.

 

No tenemos demasiada nieve, pero es más que suficiente.

 

Primeras lecciones.

 

Primeros pasos.

 

Probando y dudando.

 

Y cogiendo soltura y perdiendo miedos.

 

Francisco explicando cómo se nos queda la mano si nos quitamos los guantes más tiempo del debido. Y David, que va camino de lo mismo.

 

Cola a la puerta del restaurante esperando turno para comer. 

 

La cámara no hace milagros al contraluz (y el fotógrafo, menos). En primer término se aprecian los  platos triunfadores de la semana: patatas fritas y macarrones con tomate. En segundo término, el dispositivo que también triunfa y no se suelta ni para comer.

 

Una parada breve antes de volver a las pistas.

 

Una de las pistas más concurridas a medida que pasaban los días. Encima se pillaba Wi-Fi gratis.

 

Un rato relajado en la recepción del hotel, después de la avalancha para satisfacer las necesidades de Wi-Fi. Nos quedamos casi solos, la fiesta empieza en el primer piso.

 

 

Vuelta a las pistas la mañana siguiente. La primera esquiadora que me pilla con la cámara en mano en el momento de la bajada.

 

Esta otra esquiadora llega después de de reinar por las pistas altas. Día soleado, pero frío.

 

Un breve descanso después de la clase.

 

Vuelta a las pistas. Hay que aprovechar antes de comer.

 

Y repetimos la bajada. Es lo que tiene el esquí.

 

Una panorámica desde las zonas altas de Pal. Cuesta distinguir la cafetería y la zona de debutantes, aunque desde este punto se tarda ocho simples minutos en llegar a ella.

 

Otra panorámica en la que se aprecia mejor el conjunto de la estación. La nieve escasea pero se esquía sin problemas por las pistas entre los pinos.

 

Termina otro día de esquí. Cogemos el teleférico de vuelta a La Massana.

 

Pocos minutos después llegamos a la estación base. Felices, como se puede apreciar tras el cristal de la cabina.

 

Siguen llegando cabinas.

 

Una última mirada al atardecer en la montaña, y vuelta al hotel.

 

El paseo en el que empiezan a rebelarse rodillas, pies y tobillos, que llevan todo el día sufriendo tirones, presiones y rozaduras.

 

Hotel Marco Polo, por fin.

 

Y vuelta a empezar a la mañana siguiente. Nos amenaza otro espléndido día de sol.

 

Los puntitos rojos a lo lejos no son defecto de cámara sino cabinas del teleférico.

 

Ya casi hemos llegado a la base del teleférico.

 

 Dejando allí al fondo del valle La Massana. Se aprecia a pesar de todos los rayones en las ventanas de plástico de las cabinas.

 

La parte delantera de la cabina, más cuidada, permite divisar el final del trayecto.

 

Empezando otro día de esquí. Unos en la nieve…

 

…y otros en la terraza. No se les ve, pero están.

 

Miquel, de perfil, nuestro guía de la agencia Uniski, asegurándose de que todo va bien y no hay ningún problema.

 

Acaba la clase. Marta se anima a acompañarnos hacia las alturas.

 

Y de vuelta hacia el fondo del valle.

 

Marta la Intrépida, otra vez para aarriba.

 

Sol y sombra a través de los pinos.

 

Arriba.

 

 

Y para abajo.

 

 

Y ahora en movimiento. Inauguramos la modalidad de persecución en pista.

 

Encuentro de campeones en El Planell, la base de la estación de Pal.

 

 

Ahora el perseguido es Aarón. Y se me acaba escapando.

 

Ya hay hambre. Esperando que empiece nuestro turno de restaurante.

 

 

Vuelta por la tarde a las pistas. Dos debutantes que han avanzado mucho, aunque a veces puede más el ímpetu juvenil que la técnica.

 

 

Seguimos dedicándonos a la persecución en pista. Nótese el casi batacazo del cámara en el minuto 1:15 por andar haciendo el tonto.

 

Apareció Aarón. Para celebrarlo hubo que hacerse un selfie.

 

  

Marta la Intrépida llegó con buen apetito a la cena. Y después de pensárselo mucho… acabó tomando fruta.

 

Otra panorámica de la estación el último día, cuando empezaban a asomar las nubes del temporal.

 

 

Dio tiempo para otra película. Aarón desapareciendo en el fondo de la pista, y reapareciendo después como que no pasa nada. El cámara, por si acaso, esta vez no se movió.

 

Menos mal que pudimos hacernos la foto final de grupo. Costó lo suyo.

 

Repetimos: menos mal que pudimos hacernos la foto final de grupo. Costó lo suyo.

 

El temporal ya cubre las partes altas de la estación.

 

Nos despide un temporal de nieve, aunque aquí parezca agua.

 

Allí quedan las pistas. Se han terminado nuestros cuatro días de esquí (y de terraza, que todo hay que decirlo).

 

La Massana, camino del alquiler de esquís para devolver el material, y regreso al hotel.

 

Paseo de tarde por Andorra. Dedicado a padres y madres que han sido obsequiados con colonias, perfumes, cachivaches electrónicos o cartones de tabaco.

 

Y paseo imprevisto a la mañana siguiente. Otra vez arriba, a buscar dos pares de esquís perdidos, porque no cuadraban las cuentas del material devuelto.

 

Un joven galán, por ganarse los favores de la dama, se ofreció a aliviarla de la pesada carga de sus esquís, y una vez hecho el cumplido decidió aliviarse él también. Posiblemente quedaron apoyados en estas barandillas. Ahora búscalos.

 

La terraza del sol, el relax y la Wi-Fi gratis, un día después.

 

Vuelta a La Massana. A buscar el autobús porque ya vamos a salir con más de una hora de retraso. Y no para de nevar.

 

Y un saludo para nuestro guía, Miquel, que ya queda esperándonos para el año que viene.


 

Pues algo parecido a esto es lo que me habría gustado hacer en la excursión a Andorra de hace dos años. Pero no pudo ser por culpa de dos indeseables que al ver la puerta de mi habitación entreabierta y un móvil cargando sobre una mesa al fondo, lo primero que se les ocurrió fue robármelo. Afortunadamente este año nos hemos librado de esta clase de gentuza y hemos formado un grupo variado y bien avenido que ha permitido pasar unos días inolvidables en la nieve.

Gracias a todos. Que se repita muchas veces.